La columna vertebral es una estructura compleja y vital que sostiene el cuerpo y protege la médula espinal. Cualquier alteración en esta zona puede generar dolor, limitación funcional y, en algunos casos, afectar de forma grave la calidad de vida. Elegir al especialista adecuado para tratar un problema de columna no siempre es sencillo. Por ello, es fundamental conocer las diferencias entre un neurocirujano y un traumatólogo, así como las situaciones clínicas en las que conviene acudir a uno u otro.
Este artículo está diseñado para guiarte en la toma de decisiones cuando se trata de buscar atención especializada para tu columna vertebral, ayudándote a reconocer los síntomas clave y a identificar el profesional más adecuado según tu caso.
Ambos especialistas pueden tratar patologías de la columna, pero desde enfoques distintos. Aquí están sus principales diferencias:
Ambos pueden realizar cirugías de columna, pero mientras el traumatólogo se orienta más a lo estructural y mecánico, el neurocirujano actúa cuando hay un componente neurológico.
Comprender la estructura de la columna vertebral facilita identificar qué tipo de especialista necesitas. La columna está compuesta por 33 vértebras divididas en regiones:
Entre cada vértebra hay discos intervertebrales que actúan como amortiguadores, y a través del canal medular discurre la médula espinal, que transmite señales entre el cerebro y el cuerpo. Si un disco presiona un nervio o la médula, pueden aparecer síntomas neurológicos, lo que suele requerir intervención de un neurocirujano.
El neurocirujano se especializa en abordar afecciones de la columna vertebral que comprometen el sistema nervioso central o periférico. Estas condiciones suelen implicar la compresión de raíces nerviosas o de la médula espinal, y pueden manifestarse con síntomas neurológicos como pérdida de sensibilidad, debilidad muscular o dolor irradiado. A continuación, algunas de las patologías más comunes tratadas por neurocirujanos:
El enfoque del neurocirujano es preservar o restaurar la función neurológica mediante intervenciones quirúrgicas precisas, muchas veces utilizando técnicas mínimamente invasivas.
Identificar cuándo es necesario acudir a un neurocirujano puede marcar la diferencia entre una recuperación completa y la progresión de una lesión neurológica. No todos los dolores de espalda requieren intervención quirúrgica, pero ciertos signos y síntomas indican la necesidad de evaluación por un especialista en neurocirugía.
Si después de varias semanas de fisioterapia, medicamentos y cuidados posturales el dolor o los síntomas neurológicos persisten o empeoran, es hora de consultar a un neurocirujano. La evaluación temprana puede evitar complicaciones mayores y, en muchos casos, permitir el uso de técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas con rápida recuperación.
Recuerda: si el sistema nervioso está comprometido, la intervención de un neurocirujano no solo es recomendable, sino necesaria.
El traumatólogo, también conocido como ortopedista, es el especialista en el diagnóstico y tratamiento de trastornos del aparato locomotor, incluyendo los problemas estructurales de la columna vertebral. Su enfoque está orientado principalmente hacia lesiones óseas, deformidades y alteraciones biomecánicas sin afectación directa del sistema nervioso.
En muchos casos, el traumatólogo emplea tratamientos conservadores como la fisioterapia, ejercicios posturales, órtesis o infiltraciones para aliviar el dolor y mejorar la función, reservando la cirugía para casos avanzados o resistentes al tratamiento.
Acudir al traumatólogo es recomendable cuando los síntomas sugieren un problema estructural o musculoesquelético de la columna sin signos de afectación neurológica. Este especialista evalúa lesiones mecánicas, deformidades y alteraciones funcionales que pueden tratarse de forma conservadora o quirúrgica según la gravedad del caso.
El traumatólogo también es el indicado para realizar seguimientos prolongados en patologías degenerativas de la columna y decidir si se requiere cirugía ortopédica en casos avanzados.
Determinar si el paciente debe ser atendido por un neurocirujano o un traumatólogo requiere una evaluación clínica precisa y el apoyo de estudios de imagen. El diagnóstico diferencial es clave para evitar tratamientos erróneos o intervenciones innecesarias.
El primer contacto ante un problema de columna suele ser el médico general o un fisiatra. Su función es evaluar los síntomas, realizar un examen físico y derivar al especialista adecuado.
El fisiatra, además, es clave en el manejo conservador mediante planes de rehabilitación, ejercicios personalizados y control del dolor sin cirugía.
Estos procedimientos buscan preservar la función neurológica y aliviar el dolor cuando los tratamientos no invasivos han fracasado.
Una mala derivación o un tratamiento incorrecto pueden conllevar:
Por eso es esencial acudir al especialista correcto desde el inicio.
La mejor forma de evitar enfermedades de columna es a través de la prevención:
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Elegir entre un neurocirujano o un traumatólogo para tratar problemas de columna depende directamente del origen de tus síntomas. Si hay signos neurológicos, el neurocirujano es el indicado. Si se trata de una lesión ósea o muscular sin compromiso neurológico, el traumatólogo es el profesional más adecuado.
Ante cualquier duda, lo ideal es consultar primero con un médico general o fisiatra, quienes podrán derivarte correctamente y evitar demoras que puedan afectar tu recuperación. ¡Tu columna merece el mejor cuidado posible!
No siempre. Si el dolor es leve, reciente o no presenta síntomas neurológicos (como debilidad o entumecimiento), puede manejarse inicialmente con un médico general o fisiatra. Se recomienda acudir directamente al neurocirujano solo si hay signos de compromiso nervioso.
Sí. Si el tratamiento actual no ofrece resultados o tus síntomas empeoran, es totalmente válido buscar una segunda opinión médica o ser derivado a otro especialista con un enfoque diferente (por ejemplo, pasar de ortopedia a neurocirugía).
No. De hecho, en la mayoría de los casos el tratamiento conservador (fisioterapia, medicamentos, reposo, etc.) es suficiente. La cirugía se reserva para casos con compromiso neurológico grave o cuando los métodos no quirúrgicos no funcionan.
Lo ideal es acudir con estudios de imagen como una resonancia magnética (RMN) o una tomografía (TAC), si ya los tienes. Sin embargo, muchos especialistas pueden solicitar los estudios necesarios tras una valoración clínica inicial.
Si el dolor dura más de 4 a 6 semanas, empeora con el tiempo o viene acompañado de hormigueo, pérdida de fuerza, alteraciones de sensibilidad o problemas para caminar, debes consultar a un especialista lo antes posible.
La cirugía de columna suele estar envuelta en temor, incertidumbre y numerosos mitos que distorsionan su verdadera naturaleza. Para muchas personas, escuchar la palabra “cirugía” junto a “columna” despierta imágenes de discapacidad, dolor crónico y pérdida de movilidad. Sin embargo, la medicina moderna ha avanzado a pasos agigantados, y gran parte de estos temores se basan en información desactualizada o incorrecta. En este artículo desmitificamos creencias populares, analizamos datos clínicos y ofrecemos una visión clara y actual sobre cuándo y por qué la cirugía de columna puede ser una solución efectiva y segura.
La cirugía de columna es un conjunto de procedimientos quirúrgicos diseñados para corregir problemas estructurales en la columna vertebral. Estas intervenciones se realizan con el objetivo de aliviar el dolor, restaurar la movilidad, y prevenir un mayor deterioro neurológico o estructural. Dependiendo del caso, la cirugía puede implicar la descompresión de nervios, la fusión de vértebras, o la corrección de deformidades.
Este es uno de los mitos más extendidos y más alejados de la realidad. La mayoría de los pacientes que se someten a una cirugía de columna experimentan una mejora significativa en su calidad de vida. Gracias a los avances en técnicas quirúrgicas y anestésicas, las complicaciones graves son poco frecuentes cuando la operación es realizada por un especialista calificado.
Aunque la cirugía no suele ser la primera opción, tampoco debe verse como un recurso desesperado. En muchos casos, especialmente cuando hay compresión nerviosa o inestabilidad vertebral, la cirugía puede ser la opción más segura y eficaz. Los riesgos existen, como en cualquier intervención, pero pueden minimizarse con una correcta evaluación preoperatoria y un equipo médico experimentado.
Contrario a este mito, el objetivo de la cirugía de columna es mejorar la movilidad, no reducirla. En procedimientos como la descompresión o la artroplastia discal, los pacientes frecuentemente recuperan rango de movimiento que habían perdido a causa del dolor o rigidez. Solo en casos específicos, como la fusión vertebral, se limita un segmento de movimiento, pero esto se compensa con una mayor estabilidad y alivio del dolor.
No existe una única “cirugía de columna”. Cada caso requiere un enfoque individualizado, y los procedimientos varían ampliamente en complejidad, técnica y propósito. Desde intervenciones ambulatorias mínimamente invasivas hasta cirugías reconstructivas complejas, cada una tiene indicaciones y resultados diferentes.
Según estudios publicados por instituciones como la American Association of Neurological Surgeons (AANS), las cirugías de columna, cuando están bien indicadas, tienen tasas de éxito que superan el 80% en muchos procedimientos. Pacientes con hernias discales, estenosis espinal o espondilolistesis suelen experimentar mejoras significativas en el dolor y funcionalidad tras la cirugía. El tiempo de recuperación varía según el tipo de intervención, pero en muchos casos se inicia la movilización al día siguiente.
La introducción de técnicas mínimamente invasivas ha transformado la cirugía de columna. Estas técnicas emplean incisiones pequeñas, endoscopía y navegación asistida por imágenes para minimizar el daño a los tejidos circundantes. Como resultado, el paciente presenta menos dolor postoperatorio, menor riesgo de infección y una recuperación más rápida. La tecnología ha permitido además una mayor precisión en el abordaje quirúrgico.
Una de las grandes verdades sobre la cirugía de columna es que no existe un tratamiento universal. Cada paciente debe ser evaluado de forma individual por un equipo multidisciplinario. Pruebas de imagen como resonancia magnética, tomografía y estudios neurofisiológicos son esenciales para identificar la causa precisa del dolor y determinar si la cirugía es realmente necesaria. Un diagnóstico acertado es la base de una cirugía exitosa.
La cirugía de columna está indicada cuando existen signos clínicos y radiológicos claros que lo justifican. Algunos ejemplos incluyen:
Antes de considerar una cirugía, el paciente debe ser evaluado por un equipo que incluya especialistas en neurocirugía, ortopedia, fisioterapia y medicina del dolor. Esta evaluación permite agotar todas las opciones no invasivas y garantizar que la indicación quirúrgica es la más adecuada. Además, permite planificar un abordaje integral para la recuperación postoperatoria.
Uno de los principales objetivos y beneficios de la cirugía de columna es el alivio del dolor crónico, especialmente cuando está causado por compresión nerviosa, inestabilidad vertebral o deformidades anatómicas. Para muchos pacientes, esto representa una mejora radical en su calidad de vida, al permitirles retomar actividades cotidianas que antes eran imposibles.
Más allá del alivio del dolor, los beneficios se extienden a la movilidad, el sueño, la salud mental y la independencia funcional. Pacientes que vivían limitados por el dolor o la incapacidad pueden, tras una recuperación adecuada, retomar su vida laboral, social y personal. Muchos estudios muestran mejoras en índices de salud global, como el SF-36, tras una cirugía exitosa de columna.
Como en cualquier procedimiento quirúrgico, la cirugía de columna conlleva ciertos riesgos. Entre las complicaciones más comunes se encuentran infecciones, sangrado excesivo, lesión nerviosa, trombosis venosa profunda, y fallos en la fusión ósea (pseudoartrosis). Aunque estos riesgos existen, su incidencia es baja cuando se siguen protocolos clínicos adecuados y se opera en centros especializados.
Un factor determinante para minimizar riesgos es la experiencia del cirujano. Profesionales con formación específica en neurocirugía o cirugía ortopédica de columna, y que realizan este tipo de intervenciones con frecuencia, tienen mejores resultados clínicos. La pericia del cirujano influye directamente en la precisión del procedimiento, el tiempo quirúrgico y la recuperación del paciente.
El cuidado no termina al salir del quirófano. Un adecuado seguimiento postoperatorio es esencial para identificar a tiempo cualquier complicación, ajustar tratamientos y promover una recuperación óptima. Esto incluye visitas médicas programadas, fisioterapia supervisada y educación del paciente sobre señales de alarma. El compromiso del equipo médico y del propio paciente es clave en esta fase.
Antes de someterse a una cirugía de columna, es fundamental investigar la formación y experiencia del especialista. Idealmente, el cirujano debe estar certificado por una sociedad médica reconocida y contar con años de experiencia específica en cirugía de columna. También es importante conocer cuántos procedimientos similares ha realizado y cuáles han sido sus tasas de éxito y complicaciones.
Durante la consulta médica, no temas hacer preguntas. Algunas interrogantes importantes incluyen:
Un buen profesional responderá con claridad, honestidad y basándose en evidencia científica.
Muchos pacientes han experimentado una recuperación total tras someterse a una cirugía de columna. Personas que antes vivían con dolor constante, limitaciones físicas y dependencia de analgésicos, han vuelto a llevar una vida activa y funcional. Estas historias inspiran confianza y demuestran que, con un diagnóstico certero y un tratamiento adecuado, la cirugía puede ser altamente beneficiosa.
En algunos casos, la cirugía ha sido clave para prevenir discapacidades permanentes. Pacientes con hernias discales severas o estenosis espinal que comenzaban a perder fuerza o sensibilidad en extremidades, han logrado detener el avance del daño neurológico gracias a una intervención oportuna. Estos testimonios destacan la importancia de no posponer una cirugía indicada médicamente.
Antes de optar por una cirugía, la mayoría de los casos deben intentar tratamientos conservadores como la fisioterapia. Los ejercicios personalizados fortalecen la musculatura, mejoran la postura y reducen la presión sobre estructuras vertebrales. Además, técnicas como la terapia manual, el calor profundo o la electroestimulación ayudan a controlar el dolor y mejorar la función sin necesidad de intervención quirúrgica.
En pacientes con dolor persistente, pero sin indicación quirúrgica inmediata, pueden considerarse tratamientos intervencionistas. Entre ellos están las infiltraciones epidurales, bloqueos nerviosos, radiofrecuencia o neuromodulación. Estas técnicas, realizadas por especialistas en manejo del dolor, pueden ofrecer alivio significativo y permitir retomar actividades sin cirugía.
La cirugía de columna es una de las intervenciones neuroquirúrgicas más frecuentes en el mundo. En países como Estados Unidos se realizan más de 1.2 millones de procedimientos espinales anualmente. En América Latina, el número ha crecido en la última década debido a un mayor acceso a diagnósticos por imagen y mejores técnicas quirúrgicas. Las tasas de éxito, según registros hospitalarios, superan el 80% en la mayoría de los centros especializados.
Tradicionalmente, la cirugía de columna era más común en personas mayores con desgaste degenerativo. Sin embargo, hoy también se realiza en pacientes más jóvenes debido a hernias discales, lesiones deportivas o malformaciones congénitas. La edad promedio de intervención está entre los 40 y 65 años, aunque se han reportado buenos resultados tanto en adultos mayores como en jóvenes seleccionados adecuadamente.
La recuperación de una cirugía de columna varía según el tipo de procedimiento, pero generalmente sigue estas fases:
Los ejercicios postoperatorios tienen como objetivo recuperar movilidad, fuerza y estabilidad. Entre los más utilizados están los ejercicios de core (estabilización lumbar), estiramientos controlados, caminatas progresivas y trabajo en agua (hidroterapia). Siempre deben ser guiados por un fisioterapeuta especializado para evitar complicaciones o movimientos inapropiados.
Uno de los errores más frecuentes es apresurarse a buscar una “solución rápida” sin un diagnóstico adecuado. Muchos pacientes desean evitar el dolor a toda costa y optan por cirugías sin agotar otras opciones menos invasivas. Esto puede resultar en intervenciones innecesarias o inefectivas si no se realiza un estudio clínico completo y personalizado.
Internet está repleto de testimonios no verificados, recomendaciones sin fundamento y mitos médicos. Aunque la información puede ser útil, no debe reemplazar la opinión de un especialista. Tomar decisiones basadas en foros o redes sociales puede llevar a expectativas poco realistas o a temor infundado.
Buscar una segunda opinión es una práctica recomendada en medicina, especialmente cuando se considera una cirugía mayor como la de columna. Un segundo especialista puede confirmar el diagnóstico, ofrecer alternativas terapéuticas o brindar mayor claridad sobre los riesgos y beneficios. Esta consulta adicional da seguridad al paciente y fomenta una decisión más informada y tranquila.
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La cirugía de columna, lejos de ser una sentencia de dolor o discapacidad, puede representar una puerta hacia la recuperación y la mejora de la calidad de vida. Si bien es cierto que existen riesgos y se requiere un proceso cuidadoso de evaluación, también es cierto que los avances médicos han hecho de esta cirugía una opción segura y eficaz para miles de personas. Separar los mitos de las realidades es fundamental para tomar decisiones conscientes y basadas en evidencia.
No siempre. Algunas cirugías mínimamente invasivas pueden realizarse de forma ambulatoria. Todo depende del tipo de procedimiento y del estado general del paciente.
La recuperación puede durar de semanas a meses. Los procedimientos menos invasivos permiten volver a las actividades cotidianas en poco tiempo, mientras que otros requieren rehabilitación más prolongada.
En muchos casos sí. La fisioterapia es una herramienta poderosa para evitar o posponer la cirugía. Sin embargo, si hay daño estructural grave, podría no ser suficiente.
Ignorar una indicación quirúrgica puede llevar a empeoramiento del dolor, discapacidad progresiva o daño neurológico irreversible. Siempre es importante seguir el consejo de un profesional.
Absolutamente. Sentir temor es natural, pero estar bien informado y confiar en un equipo médico calificado puede reducir la ansiedad y aumentar la confianza en el tratamiento.
La columna vertebral se ha adaptado a la postura erecta del ser humano, adoptando la forma de una “S” doble. Inicialmente, la columna tenía una disposición horizontal como la mayoría de los mamíferos y más aún la de los primates.
Normalmente presenta cuatro curvaturas.
Una cervical en lordosis con dirección hacia atrás, la dorsal en cifosis hacia adelante, la lumbar hacia atrás en lordosis y, finalmente, la sacra hacia adelante muy fija.
Esta disposición en curvas distribuye mejor las cargas contra la gravedad, a diferencia de una estructura enteramente recta.
Todas las curvaturas están en armonía, alineándose sobre un eje que va desde la cabeza a los pies; si por alguna razón, como cuando se está con una flexión sostenida del cuello, y la cabeza sale fuera del punto de equilibrio, se altera la distribución del peso. Esta redistribución de la carga axial genera cambios en el disco y articulaciones que no se limitan a la columna, sino que también compromete músculos, tendones por sobredistensión.
Las desviaciones pueden ser de diferente origen, afectar a diferentes edades.
Se reconocen: desviaciones en el plano lateral y en el plano frontal.
Es un aumento de la convexidad de la columna (giba, joroba) porque el eje sale hacia adelante. Existen dos tipos de cifosis:
1.- Cifosis no estructuradas: No hay alteraciones estructurales en la columna, la cual conserva su anatomía y función normales. Son de carácter funcional, muchas veces generadas por una mala postura. Esta deformidad se puede corregir espontáneamente. Pueden ser:
2.- Cifosis estructuradas: Por alteraciones en la forma de las vértebras, la mayoría de causa congénita: por hemivértebras, vértebras mal desarrolladas, dan cifosis de alto grado, que puede ir asociada a escoliosis. Son graves y muchas requieren cirugía.
El 70% de las cifosis estructuradas no se corrigen espontáneamente, o si se trata de hacerlo, nunca se logrará corregirla al 100%.
Otras causas de cifosis: neuromusculares, postraumáticas, postquirúrgicas, postirradiación, displásicas, por procesos infecciosos, procesos inflamatorios, enfermedades raras como la enfermedad de Scheuermann (70% de las cifosis estructuradas).
La escoliosis se caracteriza por presentar una curvatura lateral en el plano frontal o coronal. Podemos hablar de:
Escoliosis no estructuradas o falsas escoliosis (funcionales): De etiología múltiple, en la mayoría de los casos compensatoria a una causa estructural fuera de la columna como un miembro de mayor altura que el otro, escoliosis antiálgica por postura adoptada por presencia de dolor. Se modifica la curva con la inclinación del tronco.
Escoliosis estructuradas o escoliosis verdaderas: Es una deformidad de la columna vertebral que aparece durante el crecimiento, afectando la columna en sus tres ejes. Además de la presencia de una curva lateral en el plano frontal, aparece una rotación vertebral. Son de carácter definitivo y no corregibles en forma voluntaria por el paciente.
La desviación de la columna vertebral, ya sea en forma de "S" o forma de "C", puede ser única, ubicada en el segmento dorsal, lumbar; o en ambos.
1.- Idiopáticas: Se desconoce su origen. Constituyen el 80% de todas las escoliosis, siendo su incidencia entre la población infantil cerca de un 2%.
Características:
Casi nunca existe una consulta por dolor. El motivo más habitual es estético: la deformidad del tórax y la asimetría del talle.
A veces hay historia familiar de escoliosis, con antecedentes familiares. No está comprobado que esta afección sea hereditaria.
Las escoliosis idiopáticas han sido clasificadas con respecto a la edad en que aparecen en dos grandes grupos:
2.- Congénitas: Segunda en orden de frecuencia, por defectos de formación vertebral, defectos de segmentación vertebral o defectos mixtos. Una forma frecuente es por la presencia de una hemivértebra.
3.- Neuromusculares: En pacientes con enfermedades degenerativas de inicio en la infancia y progresión en la adolescencia. Son, en general, de origen genético y no tienen en la actualidad un tratamiento etiológico. Presentan como característica común una pérdida de fuerza progresiva que, junto a una severa hipotonía, contribuye al desarrollo de la escoliosis, en muchos casos severa.
En la escoliosis infantil y juvenil se encontrará cierto grado de cifosis, en especial la que se inicia en edad infantil. La escoliosis implica cambios óseos como:
Según la localización de las curvas, hay varios tipos:
La escoliosis puede estar compensada o no.
Importante asimetría de hombros y escápulas.
Test de Adams: Al inclinarse hacia adelante doblando la cintura, la giba dorsal se pone de manifiesto.
Test de la plomada: Nos indica si las curvas están compensadas o no. Desde la séptima cervical se deja caer un hilo o cuerda de la que pende un peso; si no queda a nivel de la línea interglútea, significa que existe una desviación: está descompensada.
Las alteraciones podrán darse por incremento, disminución, abolición e incluso inversión de las curvas fisiológicas normales. Estas desalineaciones pueden ser:
Existen dos grandes grupos de este tipo de desviaciones:
Las del plano lateral o sagital y las del plano frontal o coronal. Se dividen en:
Rectificación de la lordosis fisiológica normal (falsa cifosis). La columna, por dolor y artrosis, se hace recta, cambiando el eje corporal sagital; por estar la cabeza hacia adelante, aumenta su peso. Por esta razón, los músculos posteriores del cuello sufren tensión por estiramiento (causa común de dolor cervical en la nuca y cuello).
Cifosis cervical: Frecuente por cirugías cervicales posteriores, por estenosis. Otras causas: enfermedades degenerativas del disco y cuerpo vertebral. También la cabeza es llevada hacia adelante.
Hipercifosis: Aumento de la concavidad anterior de la curva torácica. Supone un incremento significativo de la convexidad posterior en la región dorsal. Una forma progresiva de hipercifosis se da en mujeres postmenopáusicas, en quienes, producto de las frecuentes fracturas de los cuerpos vertebrales, la columna adquiere una "giba" que progresa conforme pasan los años. La paciente se encorva y achica.
Dorso plano: Se refiere a la disminución de la curva dorsal fisiológica.
Hiperlordosis: Es el aumento de la concavidad posterior de la curvatura lumbar, semejante a la postura que adoptan las embarazadas.
Inversión de la lordosis fisiológica: Desaparición de la curvatura lumbar.
Espalda plana: Los segmentos dorsal y lumbar son rectos por enderezamiento de sus curvaturas normales.
En todas estas alteraciones también deben considerarse las desviaciones que en conjunto adoptan la columna y la pelvis.
Hay tres tipos de inclinaciones pélvicas: anterior, posterior y lateral. Para entender mejor esto, imaginemos la pelvis como un tazón grande lleno de líquido hasta el borde. La parte anterior del tazón, a la altura del hipogastrio (por debajo del ombligo); la parte posterior, a la altura de las nalgas.
Durante la inclinación anterior o anteversión, la pelvis se inclina hacia adelante, es decir, el líquido se derramará. Este tipo de inclinación es muy común en la población general y se asocia a menudo con una serie de lesiones, incluyendo dolor de espalda baja y tensiones musculares.
Durante la inclinación posterior o retroversión, la pelvis se inclina hacia abajo, derramándose el líquido por la parte trasera. Esta inclinación afecta directamente a los discos.
La inclinación lateral se produce cuando el lado izquierdo o derecho de la pelvis es más alto que el otro lado por un miembro inferior más largo. También en pacientes con escoliosis severa o en aquellos con desequilibrios musculares unilaterales o con alteración de los huesos.
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La hernia discal es una de las afecciones más comunes de la columna vertebral, especialmente entre adultos de mediana edad. A medida que envejecemos o realizamos movimientos repetitivos, los discos intervertebrales pueden deteriorarse o lesionarse, lo que puede generar una hernia. Este artículo proporciona una guía completa sobre qué es una hernia discal, sus causas, síntomas y cuándo debe considerarse la cirugía como opción de tratamiento.
Una hernia discal ocurre cuando el núcleo pulposo, la parte interna blanda de un disco intervertebral, se desplaza a través de una fisura en su anillo fibroso externo. Este desplazamiento puede presionar las estructuras nerviosas cercanas, causando dolor, entumecimiento o debilidad.
La columna vertebral está compuesta por vértebras separadas por discos intervertebrales que actúan como amortiguadores naturales. Cada disco tiene una estructura gelatinosa interna (núcleo pulposo) y una envoltura externa resistente (anillo fibroso). Los discos permiten el movimiento y flexibilidad de la columna, al mismo tiempo que absorben impactos.
El envejecimiento natural es una causa principal de la hernia discal. Con el tiempo, los discos pierden hidratación y elasticidad, lo que los hace más susceptibles a fisuras o roturas incluso con movimientos leves.
Traumatismos como caídas, levantamiento inadecuado de peso o accidentes automovilísticos pueden provocar una hernia repentina, especialmente si el disco ya está debilitado.
La predisposición genética, la obesidad, el tabaquismo y el sedentarismo aumentan el riesgo de hernia discal. Estas condiciones deterioran la salud general de los discos y la musculatura que protege la columna.
El dolor puede manifestarse en la zona lumbar, cervical o torácica, dependiendo de la ubicación del disco afectado. A menudo, este dolor se irradia hacia las extremidades: ciática en el caso lumbar, o hacia los brazos en el caso cervical.
La compresión de los nervios puede causar parestesias como hormigueo, entumecimiento o sensaciones eléctricas, lo cual es una señal común de afectación neurológica.
En casos más graves, la hernia puede interferir con la función muscular, causando debilidad, problemas para caminar, sujetar objetos o mantener el equilibrio.
El primer paso en el diagnóstico es una evaluación clínica que incluye la historia médica del paciente y una exploración física para identificar signos de dolor, reflejos anormales o limitaciones de movimiento.
La resonancia magnética (RM) es la herramienta más precisa para confirmar una hernia discal, ya que permite visualizar con detalle los discos y los nervios afectados. En algunos casos, se recurre también a la tomografía axial computarizada (TAC) para complementar el diagnóstico.
Un examen neurológico puede determinar el grado de compromiso de los nervios. Se evalúan reflejos, fuerza muscular, coordinación y sensibilidad para comprender el impacto funcional de la hernia.
Los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) como el ibuprofeno o el naproxeno son comunes para controlar el dolor y reducir la inflamación. En algunos casos, se pueden utilizar relajantes musculares o corticoides orales.
La fisioterapia puede incluir ejercicios de estiramiento, fortalecimiento muscular y tracción. Estas técnicas ayudan a aliviar la presión sobre los nervios y mejorar la movilidad general.
Adoptar una rutina de actividad física regular, mantener una postura adecuada y evitar el sobrepeso puede contribuir significativamente a la mejora de los síntomas y a prevenir el agravamiento de la hernia.
Si después de 6 a 12 semanas de tratamiento no quirúrgico los síntomas persisten o empeoran, la cirugía puede considerarse como una opción viable para aliviar la compresión nerviosa.
La cirugía está indicada si hay pérdida progresiva de fuerza, movilidad o sensibilidad, especialmente si estos síntomas afectan la calidad de vida del paciente.
La aparición de síntomas como incontinencia urinaria o fecal puede indicar el síndrome de cauda equina, una condición grave que requiere intervención quirúrgica inmediata para evitar daño neurológico permanente.
La discectomía consiste en la extirpación del fragmento del disco que está comprimiendo el nervio. Puede realizarse mediante una técnica abierta tradicional o una variante menos invasiva.
Esta técnica se realiza con una incisión más pequeña y el uso de microscopios quirúrgicos para minimizar el daño a los tejidos circundantes. Tiene una recuperación más rápida y menos complicaciones postoperatorias.
En casos de inestabilidad vertebral o cuando se ha extraído una gran parte del disco, puede ser necesario fusionar dos vértebras adyacentes para estabilizar la columna. Esto se hace con injertos óseos y, a menudo, con tornillos o placas.
Las técnicas mínimamente invasivas, incluyendo el uso de láser, permiten tratar la hernia con menos daño tisular, menor sangrado y una recuperación más rápida. Sin embargo, no todos los casos son aptos para estas técnicas.
Como toda cirugía, existen riesgos como infecciones, sangrado, daño nervioso, reaparición de la hernia o problemas con la cicatrización. Aunque poco comunes, deben ser discutidos con el cirujano.
La mayoría de los pacientes experimenta un alivio significativo del dolor y una mejora en su calidad de vida. Las tasas de éxito para discectomías y microdiscectomías suelen superar el 85%.
El periodo de recuperación varía según el tipo de intervención. Generalmente incluye fisioterapia, limitación de esfuerzos físicos y controles periódicos para evaluar el progreso y evitar recaídas.
Ejercicios que fortalecen la musculatura del core (abdominales, lumbares) ofrecen soporte a la columna y reducen la carga sobre los discos.
Adoptar buenas prácticas posturales, especialmente al levantar objetos o al permanecer sentado por largos periodos, es clave para prevenir nuevas lesiones discales.
Un peso saludable disminuye la presión sobre la columna. La actividad física regular mantiene los discos hidratados y funcionales, y mejora la salud general de la columna vertebral.
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Una hernia discal puede variar desde un cuadro leve hasta una condición que afecta seriamente la calidad de vida. Si bien muchos casos se resuelven con tratamientos conservadores, es esencial estar atento a los signos de alarma neurológica y a la falta de mejoría. Consultar a un especialista en columna o un neurocirujano es crucial para recibir un diagnóstico adecuado y valorar las opciones terapéuticas más eficaces según cada caso.
No. La mayoría de las hernias discales se pueden tratar de manera efectiva con tratamientos conservadores como fisioterapia y medicamentos. La cirugía se reserva para casos que no responden a estas terapias o que presentan síntomas graves.
En muchos casos, los síntomas comienzan a mejorar en 6 a 12 semanas con tratamiento no quirúrgico. El tiempo de recuperación varía según la gravedad de la hernia y la disciplina con que se sigan las recomendaciones médicas.
Sí, aunque no es común. Puede haber una recurrencia en el mismo nivel vertebral o en otro diferente. Por eso es importante seguir las pautas de rehabilitación y prevención.
Los especialistas indicados son los neurocirujanos, traumatólogos especializados en columna, y fisiatras. En algunos casos también puede intervenir un neurólogo para la evaluación neurológica.
Sí. Con una recuperación adecuada y hábitos saludables, muchos pacientes retoman su vida laboral y actividades cotidianas sin mayores restricciones tras una cirugía de hernia discal.
En la columna vertebral existe un segmento móvil conocido como la unidad funcional de Junghanns, compuesta por el disco intervertebral, los ligamentos y los dos cuerpos adyacentes que une. Este disco se encuentra intercalado a lo largo de toda la columna.
El disco intervertebral, de consistencia blanda, permite la flexibilidad durante los movimientos de la columna, a diferencia del cuerpo vertebral, compuesto principalmente por hueso. Está delimitado por los platillos discales o placas terminales y consta de dos partes principales: el anillo fibroso y el núcleo pulposo.
El anillo fibroso está formado por numerosas capas concéntricas de colágeno dispuestas en diferentes direcciones, creando una estructura robusta que rodea al núcleo pulposo, una masa viscosa compuesta principalmente de agua y mucopolisacáridos.
Funcionalmente, el disco se comporta como un amortiguador, de tal forma que cuando se levanta una carga y se presiona el disco, o se realizan movimientos, este experimenta una disminución de su altura, estabilizando la columna. En bipedestación, el disco soporta el 80% de las cargas axiales, mientras que las facetas articulares soportan el 20% restante. La pérdida de altura del disco debido a la degeneración supondrá una redistribución de cargas, llegando en casos avanzados hasta un 70% de la carga axial a las facetas.
El núcleo está sometido a presiones que varían de acuerdo a la postura y las cargas que se levantan; así, en la posición de descanso en la cama, la presión intradiscal es de 25 kg. Esta aumenta a 100 kg cuando estamos de pie, y si levantamos un peso, sube a más de 200. La presión disminuye al estar sentados, pero si en esta posición levantamos un peso, la presión puede llegar hasta 275 kg. Esto explica por qué la mayoría de las hernias se producen al levantar objetos o realizar movimientos descontrolados que aumentan la presión intradiscal.
Las enfermedades del disco intervertebral suelen seguir un proceso de degeneración progresiva, con tres etapas según Kirkaldy-Willis:
La degeneración discal generalmente ocurre entre los 20 y los 45 años de edad. Afecta especialmente al núcleo, donde se producen cambios significativos debido a la pérdida gradual de agua, lo que provoca fisuras y desgarros en la arquitectura interna del disco. Estos cambios permiten que durante los movimientos, el núcleo se desplace y presione las fibras externas fláccidas del anillo, disminuyendo su rigidez y provocando abombamiento. Con el paso de los años, el sobrepeso, las microlesiones causadas por movimientos repetitivos y fuera de control, el núcleo pulposo deshidratado pierde aún más agua, se fragmenta y forma cavidades, dando origen a fragmentos que se desplazan y se mueven según la presión intradiscal.
Como resultado, el disco pierde altura y su capacidad para soportar cargas axiales se ve comprometida. La degeneración del disco es seguida por la de las facetas articulares, lo que se manifiesta en esta fase con signos de flacidez y sinovitis en los complejos articulares. Este proceso está acompañado de dolor a nivel del disco, causado por mediadores inflamatorios que alcanzan las terminaciones nerviosas en la periferia del anillo fibroso, irritándolas.
La afectación suele manifestarse en personas de entre 45 y 60-70 años. Los cambios en el núcleo pulposo conllevan la pérdida de su turgencia y el aplastamiento del anillo, lo que resulta en una disminución de la altura del disco. Esta situación genera hipermovilidad, lo que provoca que la columna en este nivel se vuelva inestable, permitiendo desplazamientos o deslizamientos de un cuerpo vertebral sobre otro, lo que se conoce como espondilolistesis. Estos cambios explican los numerosos episodios de dolor lumbar o lumbalgia que experimentan los pacientes, los cuales tienden a volverse más frecuentes, prolongados y intensos con el tiempo.
La inestabilidad ocasiona tracción sobre el ligamento longitudinal anterior, provocando la formación de osteofitos conocidos como "picos de loro" en el borde vertebral. Además, las articulaciones posteriores desarrollan artrosis, con cambios en la forma de sus carillas que se vuelven grandes y deformes. Esto conlleva a una subluxación vertical de las facetas e inestabilidad. La sobrecarga en las facetas articulares es inversamente proporcional a la altura discal. A medida que el disco colapsa, aparecen fenómenos degenerativos en las articulaciones, junto con la pérdida de tensión y el engrosamiento del ligamento amarillo y longitudinal posterior. Todos estos elementos contribuyen a la aparición de lo que se conoce como estenosis blanda. La pérdida de estabilidad sagital también condiciona la estenosis, que inicialmente será de tipo dinámico, aumentando en posición de extensión y bipedestación.
La degeneración discal suele manifestarse aproximadamente entre los 50 y 60 años de edad. El disco degenerado pierde altura y se vuelve fibroso, lo que provoca una sobrecarga en las articulaciones. En los platillos vertebrales y las facetas articulares, aparecen nuevos osteofitos que crecen para aumentar la superficie de contacto y pueden fusionarse, lo que resulta en la pérdida de movilidad del segmento vertebral. Estos osteofitos pueden contribuir a la estabilidad y rigidez si se encuentran en la cara anterolateral del cuerpo vertebral, pero cuando están en la cara posterior y las facetas, contribuyen a la estenosis ósea o del canal. Esta estenosis ósea se suma a la estenosis blanda causada por el abombamiento del disco y el engrosamiento del ligamento amarillo, lo que reduce significativamente el diámetro del canal durante la extensión de la columna.
La degeneración discal es parte del proceso de envejecimiento, pero existen una serie de causas que pueden acelerar este proceso y provocar una degeneración discal avanzada en personas relativamente jóvenes.
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Es importante comprender la anatomía y función del disco intervertebral para prevenir y tratar adecuadamente las enfermedades de la columna vertebral. Si experimentas síntomas relacionados con la columna, no dudes en consultar a un especialista para recibir el tratamiento adecuado.
La columna vertebral, también conocida como raquis, es una estructura ósea en forma de pila que proporciona soporte al tronco y la cabeza. Este sistema dinámico está compuesto por elementos rígidos, las vértebras, y elementos elásticos, los discos intervertebrales.
Partes de la Vértebra:
Cuerpo Vertebral:
Es la parte más voluminosa y rígida de la vértebra, diseñada para soportar cargas de compresión. Su forma varía según el segmento de la columna al que pertenece:
El conducto raquídeo es amplio en la región cervical, permitiendo movimientos sin comprimir la médula, mientras que es más estrecho en la región dorsal debido a la presencia de la parrilla costal.
Ligamentos:
La columna vertebral está fijada por el ligamento longitudinal anterior y posterior. Las láminas están unidas por los fuertes ligamentos amarillos, que se estiran o comprimen según los movimientos de flexión o extensión. Las articulaciones tienen sus propias cápsulas y ligamentos que permiten diversos movimientos.
Enfermedades del Cuerpo Vertebral:
La vértebra, siendo la base de la columna vertebral, es crucial para la movilidad y la estabilidad del cuerpo. Su comprensión es fundamental para el cuidado y la prevención de enfermedades relacionadas con la columna vertebral.
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La columna vertebral es una estructura fundamental en el cuerpo humano, compuesta por 33 vértebras que se dividen en diferentes regiones:
Estas vértebras están unidas entre sí por discos intervertebrales y ligamentos, lo que permite una elevada movilidad que nos permite realizar una amplia gama de movimientos, como estirarnos, agacharnos, ladearnos y girar.
Sin embargo, esta movilidad también puede llevar a problemas si no cuidamos adecuadamente nuestra columna. Los segmentos que más se mueven, como el cervical y el lumbar, tienden a degenerarse con facilidad, especialmente con el paso de los años y la exposición a lesiones continuas, como el ejercicio extremo, el sobrepeso y las malas posturas en las actividades diarias y laborales.
La columna vertebral se adapta a la postura erguida del ser humano adoptando la forma de una "S" doble, lo que resulta en cuatro curvaturas:
Es crucial mantener estas curvaturas en armonía para preservar la salud de la columna. Por ejemplo, si se exagera la lordosis lumbar, puede provocar una inclinación de la pelvis hacia adelante y dolor debido a deformidades en los discos y las articulaciones.
La pérdida de la curvatura cervical puede resultar en dolores frecuentes en el cuello y cambios degenerativos irreversibles en los discos y las vértebras.
Cuidar nuestra postura y mantener una buena ergonomía en nuestras actividades diarias es fundamental para prevenir problemas en la columna vertebral. Recuerda que tu columna es el eje que sostiene tu cuerpo, ¡así que cuídala como se merece!
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En el Instituto de la Columna J. Cabrera, nos complace darles la más cordial bienvenida a este espacio dedicado al cuidado integral de la columna vertebral. Este blog surge como respuesta a las solicitudes de nuestros pacientes y sus familias, quienes expresaron la necesidad de comprender mejor los problemas relacionados con la columna. Sin embargo, decidimos extender esta iniciativa al público en general, de todas las edades, ya sean portadores de enfermedades de la columna o no.
A lo largo de más de 30 años de experiencia, hemos acumulado un conocimiento profundo sobre diversos aspectos relacionados con la columna vertebral. En este blog, compartiremos consejos sobre:
Objetivos:
En primer lugar, nuestro principal objetivo es difundir un programa de educación y entrenamiento destinado a promover el conocimiento, la prevención y la promoción de la buena salud para tu columna. Buscamos enseñarte los cuidados y los mecanismos corporales de protección que favorezcan el autocuidado.
En segundo lugar, nos proponemos responder a las inquietudes que suelen surgir por desconocimiento. Esto incluye preocupaciones sobre las enfermedades, los riesgos asociados con diferentes formas de diagnóstico y tratamiento. Este blog está destinado principalmente a pacientes con antecedentes de dolores en diferentes regiones funcionales de la columna, así como a personas sanas con factores de riesgo que podrían predisponer a problemas de columna en el futuro.
Nos sentimos honrados por la confianza que depositan en nuestro blog y nuestro equipo de profesionales altamente calificados. Estamos comprometidos a estar a la altura de sus expectativas y necesidades. Siempre estaremos disponibles para responder sus preguntas y atender sus inquietudes.
Este blog también está dirigido a profesionales de la salud, incluidos los alumnos de la UCSM y otras universidades. Compartiremos nuestras experiencias a través de clases, presentaciones en PowerPoint, vídeos de intervenciones y procedimientos, entre otros recursos.
Con humildad, también dedicaremos algunas páginas a los médicos residentes de la especialidad y otras afines. Ofreceremos nuestra experiencia y consejos de forma desinteresada, con el objetivo de ayudarles a evitar errores y brindar una atención óptima a sus pacientes.
¡Gracias por acompañarnos en esta jornada hacia el cuidado integral de la columna vertebral!